jueves, 29 de agosto de 2013

Benditos recuerdos que tanto nos gustan.

Escuchar por casualidad o no esas canciones. Volver a ponerse esa falda negra, TÚ falda. O simplemente oír a personas ajenas a ti hablar de momentos dados en ese tiempo que tú entre la noche oscura y alguna que otra copa de más recuerdas a trancas y barrancas logran en ti ese cosquilleo de felicidad y melancolía que solo tú sabes a que se debe.

Cada persona, cada sonrisa o canción son capaces de que sea dolorosa esa vista atrás. De hacerte sentir vulnerable frente a la realidad. Por que sabes que no volverán esos momentos, quizá si mejores . Pero no los mismos. 

Y piensa, joder que guapa, lo dio todo esa noche. Disfrutó tanto bailando que jamás había pensado que bailar fuera igual de fácil que caminar. El amanecer quiso verla. Y su boca tuvo que compartir vodka, ron, whisky y quién sabe que más. 
Y llegas a casa, te quitas los zapatos que hacía ya horas que ni recordabas llevar puestos y sin saber cómo, te acuestas con una sonrisa.